jueves, 26 de mayo de 2011

EL ESCRIBIDOR EN COMBATE: EL CASO FLORES NANO, LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y UN EGO DESMEDIDO

En un programa televisivo de gran audiencia los fines de semana, el presentador televisivo Jaime Bayly no solamente ha difundido un audio privado -donde no se muestra la comisión de un ilícito-, sino que ha comentado dicho audio reprochando a la candidata la expresión de frases que dicho comentarista considera que son poco felices. Además, explica a su público que la dama en cuestión no pudo o no debe haber dicho eso, que la coloca a mucha distancia de lo que debería mostrar quien aspira al cargo de la Alcaldía de Lima. Como dicho presentador televisivo ha efectuado lo siguiente:

a.         Propalado una conversación privada
b.         No ha demostrado un ilícito pero sí una proposición indecorosa, que no fue aceptada
c.         Ha efectuado una especie de análisis de índole subjetivo-introspectivo de la mente de la candidata.

Considero que nosotros también podemos hacer dicho ejercicio sobre la figura del presentador, pero sin necesidad de publicitar ningún audio ni video privado del mismo y sí más bien tomando como insumo de nuestra perorata aquello que el personaje ha mostrado públicamente.

Así pues, en un gesto de suprema hipocresía, el escribidor hace echar de un canal a quienes hurgan en su tren de vida,  y demanda por el plagio de una obra que notoriamente es de inferior calidad y al mismo tiempo expresa al hijo del mafioso que “es su amigo” no por haber actuado con decoro sino por haber botado al desdichado que –con toda justicia- despertó sus iras. Al mismo tiempo –exquisito él- explica a su “audiencia-claque” que “ha creído de interés público” el mostrar el audio de una conversación privada, donde Lourdes Flores no admite ni transa con un acto vil que le propone uno de los tantos sujetos que –el acto lo trasluce y refleja- medraron gracias a la política. En otras palabras: el escribidor se indigna por actos que indudablemente fueron actos de mala leche, promovidos por un enfermizo sentimiento de envidia y revanchismo, pero sin embargo, él comete un acto peor, e intenta disfrazarlo.

“Gracias Schutz, has demostrado ser mi amigo”. He ahí la clave, no es “eres un hombre justo”, sino “estas conmigo o contra mí”. ¡Tantos trapos tienen que esconder en dicho canal que sin chistar cedieron al notorio y desembozado chantaje!

¿Dónde ha quedado el valiente e idealista periodista que sin temor ni duda denunció la tropelía de un candidato a presidente y le espetó a bocajarro: “Señor Toledo ¿Qué es más importante para Ud. ser presidente o ser un buen padre? ¿Dónde quedó el adolescente talentoso que le enrostró a Morales Bermúdez el llamarse abanderado de la democracia siendo que como dictador había perseguido a sus enemigos políticos? ¿Dónde está el esclarecido escritor que en la Obra “Los últimos días de la Prensa” –verdadero documento y radiografía moral de una época y coyuntura histórica- diseccionó la podredumbre que anticipaba el fenecimiento de un periódico, una decencia, una ética y una creencia en el rol del periodismo?

Lo que vemos hoy en día es a un personaje que cumple a cabalidad su propósito de construir un divertimento para la audiencia. Consciente que el formato del programa y el horario y sobre todo, el fin impuesto no le permite ser “demasiado serio” u “objetivo”, cual encantador procede a combinar elementos de verdad, de humor, cinismo, mentiras y mucha cachaza y ofrece dicho cóctel a su embelesado público. Lo importante, lo primordial es que el público se entretenga para, una vez en ese estado, proceder a “orientarlo” hacia las posiciones que el presentador esgrime. Un programa verdaderamente periodístico, esto es, orientado a la búsqueda de la verdad, indagaría la verdad monda y lironda y trataría no de “entrevistar” al objeto de las pesquizas, sino de formular un debate, porque del debate precisamente es que salen a luz las limitaciones. Es por ello que el formato que ha impuesto al programa impide que se convierta en un lugar donde se ventilen documentos tal cual ocurre por ejemplo, en el programa de canal 4. No. Mejor es lanzar la idea, que flote en el ambiente para después ir dejando caer pequeñas sugerencias, frases irónicas y cachacientas, de modo tal que el humor impide que se procese con mayor detalle si hay o no certeza en lo que se afirma. El humor entretiene y disfraza el hecho que, realmente, no se ha debatido nada, sólo se ha expuesto posiciones. ¿Verdad? Si el programa se ha hecho para entretener y si no, pues miremos el tipo de invitados y la forma como se procesa y difunde aquello que por constituir de interés público debiera tener un tratamiento más serio, por decir lo menos.

No se trata de asumir la solemnidad como signo distintivo, sino de saber distinguir: si hay un tema crucial, no hay porqué creer que el solo lanzar frases a medias puede ser un sustituto ideal a la investigación periodística que debe antecederla.

Ahora pasemos del personaje a sus “fans-espectadores”. Como es cierta la frase “de tal palo tal astilla”, a tal personaje le corresponde un público que no desea conocer la verdad, sino solazarse en los chistes y anécdotas con que el personaje va sazonando sus historias. Su gran talento y vena para la conversación, prefiere diluirla en adormecer en una feliz modorra al público y claro, ello le da rating, pero también conduce al peligroso camino que confirma que el periodismo cuando hace una labor crítica y valiente autocrítica puede ser la auténtica conciencia de una Nación, y que cuando renuncia a la verdad y sólo la maquilla con frases para consumo de un público complaciente y carente de amor por la verdad, se convierte en la herramienta perfecta para el abuso y la mentira. Y sabemos bien que decir la verdad a medias, o decirla infiriendo la corrosión de un humor que no viene a cuento, para impedir que la conciencia se indigne por lo que se desnuda, es otra forma de matar la verdad y con ello, la justicia. ¿Dudan que ello sea así? Propongo un experimento: que estudien si la audiencia del personaje también es prosélita de la inmundicia del programa de espectáculos de canal 9. ¿Hay que ser adivino para saber el resultado?

Es así que Bayly es la mejor prueba del éxito de la magalización de la política: la reducción del espacio público como ámbito de debate respecto a los verdaderos temas que nutren y construyen la conciencia de una Nación, y su reemplazo por una retórica televisiva y unos ademanes, gestos y atmósfera que aniquilan la verdad cuando así le interesa al presentador. Bayly, tan lúcido al expresar que con Bozzo el Perú exportaba guano, ha incurrido en un acto que refleja bien a las claras que él también sabe fabricarlo, con el aditamento de presentarlo edulcorado para que la audiencia pueda pasarlo y sin que haya necesidad de taparse la nariz. Pero, aunque intente provocar o hacer “un llamado a la conciencia”, hay que ser claros: la mierda, aunque todo el mundo la celebre, no por ello deja de ser mierda.

Bayly se ha creado y creído el cuento que por gozar de la popularidad, ello lo convierte en un “líder”. “Líder” es quien dirige, esto es, sabe conducir al público al descubrimiento de una forma superior de convivencia. En vez de discurrir por dicha vertiente Bayly es la mejor prueba del éxito de Magali Medina, porque a pesar de tener a su favor la sensibilidad propia de los escritores, el talento precoz para el periodismo y dominar el oficio de escritor, finalmente él también se ha dejado llevar por la efervescencia de creerse que todo está permitido porque eso es lo que le gusta a la gente.

En cuanto a Magali Medina hay que decir las cosas claras: ella ha sido justamente condenada:
-           En el caso Mónica Adaro, por haber grabado a una mujer en relaciones sexuales. Si bien es cierto la prostitución puede ser un tema de interés público, ello no llega al extremo de poner una cámara en un dormitorio porque el hecho de las relaciones sexuales entre dos adultos, mas allá de las motivaciones, está al resguardo de toda injerencia malsana del público, que no se condice con lo que se puede llamar interés público. Como dijo el Poder Judicial y confirmó el Tribunal Constitucional: lo que haga una persona en su intimidad, no es asunto de interés público.
-           En el caso Paolo Guerrero, aunque Magali clamó y lloró, jamás pudo demostrar que Paolo Guerrero estuvo a la hora que dijo que estuvo en el local y en vez de acreditar pruebas objetivas que demostraran la verdad de lo que publicó en su revista, se limitó a decir que “ella creía en sus reporteros” y cosa curiosa, el reportero se esfumó y la cámara supuestamente malograda jamás fue exhibida para la pericia. A buen entendedor pocas palabras. . .

Es decir, de tanto vivir en la cúspide de la popularidad y la fama, los presentadores de televisión se creen semejantes a los políticos a los cuales tanto critican, esto es, ellos también se creen seres intocables, cuyas palabras y gestos deben ser complacidos y nunca contradichos y menos puestos en evidencia. Viven con los ojos que les prestan los televisores que confirman que son vistos, que son conocidos y que les cantan que son queridos, apreciados y envidiados por la gente de la calle. En otras palabras, su adicción a la fama se ha convertido en un opio que anula la capacidad crítica que es precisamente, lo que nos hace propiamente ciudadanos y también capaces de superar nuestros errores.

¿Acaso quien reclama por la violación del derecho de autor de su mujer y por el malsano interés en dar a conocer sus propiedades es incapaz de percibir la injusticia que es propalar un audio privado, sabiendo que la candidata no ha aceptado una proposición deshonesta? Si además de ello se comenta el audio intentando inducir al público a que asuma que ha sucedido algo que según el audio claramente no sucedió, entonces ello también es malsano e injusto. No debemos olvidar tampoco, que su amigo, el abogado exitoso con toda seguridad debe haberle informado que el difundir audios obtenidos mediante una interceptación efectuada sin autorización judicial y sin que en ellos exista un interés público, constituye delito. El escribidor no puede pretender que por el hecho que él es mencionado en los audios, o su productora –de quien se dice con razón que también acudió al SIN-, ello ya convierte a una conversación entre la candidata y una de sus prosélitos en un asunto de interés público ¿O es que acaso cree que por salir en televisión todo lo que le concierna a él es de interés público, esto es, de importancia para el esclarecimiento y construcción de la conciencia social? Quizás su amigo el abogado exitoso haya encontrado alguna forma de pretender evadir la clara responsabilidad de Bayly por complicidad con el delito de interceptación ilegal de las comunicaciones y violación de la intimidad, porque a estas alturas está claro que hay alguien que intercepta las comunicaciones a despecho del decoro y dignidad que se merece cada participante, con el exclusivo propósito de torpedear la dignidad y el esfuerzo de Flores Nano y también está claro que Bayli a sabiendas del origen ilícito persiste en la conducta cómplice. No olvidemos que su amigo el abogado exitoso, cuando asesoraba al canal 4 en manos de la pestífera administración argumentaba que los manifestantes por la democracia hacían “reglaje” a los directivos del canal, intentando aproximar la lucha de los demócratas con el modus operandi que emplean los terroristas. Quizás una argumentación de características similares es la que tendrá ya ensayada Bayli para justificarse. Por ejemplo, podría decir:

“Mi amigo es el abogado exitoso que asesoró al canal 4 cuando dicho canal era parte de la podredumbre fujimorista, al hijo del dueño mafioso de canal 5 lo llamo públicamente mi amigo, porque ha botado al desquiciado que intentó hacerme daño, mi productora ha asistido al SIN en la época en la cual ya todos saben para qué una persona vinculada a la labor de prensa podía acudir al SIN. Por mi parte, yo he aportado proclamando que indultaría a Fujimori, que votaría por Keiko y también difundiendo reiterada y persistentemente audios obtenidos mediante la comisión de un delito, y busco amplificar el efecto degradante y lesivo al comentarlos y hacer uso de la licencia que el Estado da a un canal de señal abierta para difundir y multiplicar las consecuencias del delito ya generado, con lo cual hago uso de la señal que le pertenece a la Nación peruana, para fomentar y apoyar el delito, y a pesar de todo ello, en verdad no he cometido delito, no hay ilícito en lo que yo hago y sobre todo, a mí nadie puede decirme que soy un operador fujimorista”

Queridos conciudadanos ¿No les parecen conocidos dichos contexto, práctica y lógica? ¿No nos encontramos frente a actos y una lógica perversa que desnuda con su sola presencia su raíz hermanada con lo que fue la debacle moral del fujimorato? El pez por la boca muere y no es necesario una confesión de actos cuando el ilícito es perpetrado una y otra vez, creyendo que la nación peruana es un hato de imbéciles que deben aceptar pasivamente que una carrera electoral y un compromiso político sean destruidos por alguien que parece actuar según lo hacían las hetairas y geishas del mundo antiguo. Las venganzas de los harenes en los sultanatos y shogunes tenían como rasgo principal el odio visceral y el desprecio absoluto a lo que no fuera del agrado de la damisela favorita o –postergada, según el caso-.

Cuestión aparte de lo anterior, es que hay algo trágico en todo esto, y es que la frase de la candidata “métanse la alcaldía al poto”, es una frase que precisamente trasunta que la mujer lo menos que desea es el poder. Es una frase que refleja hartazgo o desazón por la tensión y presiones a que es sometida por quienes acceden a los círculos del poder ávidos de nuevos puestos y prebendas. La frase es emblemática en lo que desnuda del alma de una mujer cansada no de luchar políticamente, sino de la miseria moral que la acorrala. Sin embargo, Bayli intenta presentar lo que constituye un gesto que desnuda desinterés y decencia, bajo los contornos de un acto reprobable. Ello, ¿Acaso no es un acto de vileza?

Así como el presentador televisivo le gusta aleccionar a su audiencia y a lo que él cree es la totalidad del país, también habría que recordarle algo:

La política no consiste en dar discursos bajo los efectos de las drogas ante el público de mis amigos. Política no es tampoco el lanzar unas cuantas ideas afortunadas y lógicas para “ponerlas en circulación”. Política no es jugar a que soy Dios en cada programa de fin de semana. Política no es descubrir de pronto que me he subido a una puta combi para después de desembarcarme de ella, intentar mediante contactos informales sondear si un partido “de los de a de veras” me lanza como su candidato presidencial y volverme un majareta berrinchudo al enterarme que mis antecedentes hacen que una prominente figura me imponga un veto.
La política más que de gestos insolentes, demanda gestos osados y una osadía –grandiosa y magnífica- hubiera sido el lanzarse solo, sin partido, sin claque complaciente, movido sólo por la convicción de los ideales. Tanto pregonar que gana más que lo que recibiría en salario presidencial, para abandonar de antemano sabiendo que quien entra a política por lo menos tiene garantizado algo: habrá alguien que no nos tendrá afecto. Es así que la mejor forma de evitar dicha decepción es simplemente, no lanzarnos, y contentarnos con solazarnos en la idea de que “quizás” hubiéramos sido un buen presidente, “porque eso me lo dicen todos”, “mami, mi amigo abogado exitoso, las mujeres que me dio la Vida, mi público-claque y los políticos ramplones fronterizos que saben que yo, a diferencia de ellos sí sé expresarme e indudablemente soy más inteligente que ellos”. Además, “tengo la certeza de poseer más poder que el presidente, porque si el presidente dice que él tiene el poder de impedir que sea presidente quien él no quiera, yo no solamente puedo impedir que sea alcaldesa quien yo no quiera, sino también puedo hacer que el electorado vote por quien yo quiera y además con ello porsiaca hago política desde el sillón de mi programa a ver si me liga eso de conseguir un electorado sin partido, sin cuadros, sin doctrina y sin ideas. La puedo hacer linda”.

Sin embargo, el problema no está tanto en lo que el presentador proclame de sí mismo en aquello que perpetra: considero que el verdadero tema en debate consiste en esclarecer –mejor dicho, rescatar- el rol que los medios de comunicación deben jugar en las elecciones. Está claro que no se puede difuminar los claros límites que siempre deben existir entre lo que sí es de interés público y aquello que no lo es ¿Si un candidato en la intimidad de su hogar granputea o llora por la campaña de sus enemigos, o dice una procacidad de albañal, eso es de interés público? ¿Qué hubiera ocurrido si algún candidato en la intimidad del lecho dice para seducir a alguna damisela, algo que a alguien se le ocurre reprochable o “censurable”? ¿Ello legitimaría que dicha conversación fuera difundida argumentando que “es de interés público lo que piensa el candidato del amor, sentimiento excelso”? ¿Si en la intimidad le digo a una amiga, “mi primer acto cuando asuma el cargo será hacerte el amor en el escritorio de mi despacho” ello convierte a los amantes en objeto de interés público y legitima el hacerlos objeto de escarnio?

Lo gracioso es que según la crítica de Bayly, una candidata jamás debería expresarse de la manera en que lo hizo Lourdes Flores o no debería tener la actitud que sorprendió en el acto de interceptación. Según lo da a entender, quien postula a un cargo como la alcaldía Metropolitana “No puede decir” lo que dijo la candidata ni tampoco, por supuesto, “sentir” lo que sus palabras dejaron ver. ¿Notan hasta dónde llega la injerencia, que es además insolencia porque la comparte con los televidentes como si él tuviera el derecho a hacer ello? Bayly ha actuado de modo tal que sólo le falta decir “A Lourdes Flores hay que dinamitarla desde dentro”, porque lo que destila en su programa ya no puede decirse que sea decente o sea animado por la clara conciencia de una labor transparente, digna y respetuosa del interés público y de los valores que supuestamente deben primar en el debate público.

Sin embargo, amables lectores, el problema no está en Bayly: el problema nunca está únicamente en quienes cometen las trapacerías sino también en quienes se solazan y son cómplices morales de ellas al festejarlas como si se tratase de hechos inocuos y en asumirlas como directrices de valoración y conducta. Si es que el Ministerio Público, el Poder Judicial y el Consejo de la Prensa Peruana y la Asociación de anunciantes no hacen nada ¿Es que acaso vamos a tolerar que se sacrifiquen la dignidad, decoro y respeto de una mujer para satisfacer un ego enfermizo?

El problema está en la ausencia de una reacción de la Sociedad por definir claramente los límites de lo que constituye interés público y de si la dimensión del “televidente-oyente” puede imponerse por sobre el deber que tiene cada uno de nosotros de ser un “crítico-ciudadano”, lo cual demanda obviamente, festejar las felices e ingeniosas ocurrencias que nos regala el presentador, pero también implica el saber reaccionar cuando se quiere inducir de la peor manera a que la conciencia ciudadana abdique de su deber de actuar por convicción y no por manipulación.

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