jueves, 17 de mayo de 2012

LA CANDIDATURA DE NADINE: LA MANZANA ENVENENADA DEL FUJIMORISMO

Víctor Manuel Castillo Sánchez.


Mal síntoma es cuando sin haber transcurrido el primer año de gobierno, se preludian y aprestan los preparativos para el lanzamiento de la candidatura presidencial de la cónyuge del Presidente en ejercicio. Ello confirma una vocación autoritaria, populista y falaz: la Democracia no sólo consiste en bregar por una mejor calidad de vida: también significa una lucha constante contra la tentación autoritaria y populista, la cual siempre tiene el fácil recurso de las componendas.

Las actuales maniobras en que se ha empeñado el gobierno, simplemente confirman que el respeto a la ley que impide la postulación presidencial de la cónyuge del presidente, es más necesario que nunca. De una forma clamorosamente impúdica se anuncia una próxima derogatoria de la ley que impide postular a Nadine Heredia. ¿Para eso hemos elegido al ahora Presidente? ¿Así se hace honor a la palabra empeñada? ¿Para eso juró defender la Democracia, luchar contra la impunidad y asegurar el castigo de la corrupción y a los violadores de derechos humanos?

Los acólitos como Abugattás y Otárola desaforadamente se congratulan de “las buenas intenciones” de Keiko Fujimori en apoyar la candidatura de Nadine, cuando si hay algo inocultable es que precisamente las buenas intenciones se encuentran a sideral distancia de lo que pretende Alberto Fujimori, el principal culpable de la década infame y autor de la maniobra. Keiko Fujimori es sólo la testaferro político-electoral de su padre, y ello constituye un dato que no puede ser dejado de lado. ¿Es que alguien puede engañarse de lo que busca Alberto Fujimori? ¿Alguien puede creer que el preso en DIROES pretende fortalecer la institucionalidad de la Democracia peruana, el control político, la lucha contra la impunidad y corrupción? ¿Qué le puede importar el destino de la Democracia peruana a quien renunció por fax e intentó postular al senado japonés en un intento de escapar al justo castigo por sus delitos? Huelgan las respuestas.

Alberto Fujimori por intermedio de su testaferro político electoral está tentando a los idiotas acólitos del gobierno: sabe que un gobierno que tan tempranamente apunta a la continuidad en el poder, indefectiblemente entra en una vorágine de desgaste de credibilidad, de seriedad y de honestidad. Y de allí hay un solo paso hacia la destrucción de lo que con tanto esfuerzo se ha reconstruido después de la década infame: la institucionalidad de la Democracia y el rescate de la palabra empeñada por el gobernante.

¿El Perú requiere urgentemente que se le confirme que por fin Nadine será candidata? Como es patente, la apuesta del fujimorismo es inocular el veneno de la tentación autoritaria al actual gobierno, de una forma sutil y disimulada. En dicho intento tiene a cómplices idiotas y obcecados. La claque humalienta prontamente se desprende del deber emanado del poder en sus manos, y está apuntando a reeditar la aventura de Alberto Fujimori.

Y cual presente griego, el ofrecimiento de Alberto Fujimori de allanar el camino para Nadine es justamente la tumba para la Democracia peruana: el mensaje tácito y directo es consagrar el contubernio entre el gobierno y el fujimorismo, contubernio del cual saldrán los nefastos frutos de una candidatura destinada a inaugurar una estirpe política por un lado, y a consagrar la impunidad del autor de la maniobra -Alberto Fujimori-, por el otro. Es decir: si se trata de construir la efigie de Nadine presidenta, qué importa destruir la Democracia y la fe en la palabra empeñada. Ello refleja a los humalientos congresales como unos angurrientos del poder. Por otro lado ¿Qué le importa a Alberto Fujimori ganar o perder una elección, si la meta final e inconfesada es simplemente alcanzar la impunidad? ¿Qué le importa a Alberto Fujimori si el gobierno se desacredita y se hunde en el lodo en el cual él retoza hace tiempo?

Sin embargo, hay que recordarles a los pongos del Congreso lo siguiente: La confianza que el pueblo le otorgó al gobierno no ha sido para construir una alfombra para sus delirios de perpetuación en el poder, ni para que los notoriamente mediocres legisladores humalientos quieran solazarse con los sueños dinásticos de sus patrones. A fin de cuentas el señor Presidente de la República, su leal, abnegada y talentosa cónyuge y su cohorte de adulones y lambiscones son asalariados al servicio de la Nación peruana: comen, viven, visten y se divierten con el dinero perteneciente a las arcas del Estado. Son finalmente servidores públicos, por lo cual toda ilusión de considerarse semejantes a los césares romanos constituye una burda y torpe ilusión.

Ellos tienen el deber de preservar la Democracia, de alcanzar los objetivos de inclusión social y confirmar para el sistema político peruano que la fe en la palabra empeñada constituye el mejor y más grandioso capital para la Nación y las generaciones futuras y que ése es el mejor legado para la posteridad: que un soldado encumbrado por sus conciudadanos a la máxima magistratura se mantuvo fiel a la palabra empeñada cuando era cercado por las tentaciones provenientes de los lobos de la orilla opuesta y de los chacales de su propio rebaño.

O es que tendremos que preguntarnos ¿Tan difícil es resistir a la tentación autoritaria?

Conciudadanos: La maniobra que ha emprendido Alberto Fujimori mediante su testaferro político-electoral, está siendo favorecida por los tontos útiles del partido de gobierno que le siguen el juego ¿Ello constituye o no una traición a la Democracia y comprueba el gobierno está siendo sometido a un socavamiento insidioso para que ceda ante la tentación autoritaria?

El Presidente de la República tiene el deber de salir a deslindar con los borregos de su rebaño y declarar ante el Perú que el gobierno no tiene intención alguna de aceptar la manzana envenenada que el fujimorismo le está ofreciendo.